El 19 de octubre de 2025, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, Marruecos conquistó el Mundial Sub-20 tras vencer a Argentina por 2-0. El resultado no solo marcó un hito deportivo: confirmó el alcance de una transformación silenciosa que ha redefinido el lugar del fútbol marroquí en el panorama internacional. Este triunfo es, en realidad, la culminación visible de un proceso más profundo. Detrás de los goles de Yassir Zabiri, de la disciplina táctica del equipo y de la serenidad en el banquillo, hay más de una década de planificación, inversión y visión institucional.
De la intuición al método
A comienzos de los años 2000, el fútbol marroquí vivía una etapa de contrastes: talento abundante, pero escasa estructura. El país contaba con jugadores notables, sin embargo, las generaciones se perdían entre la falta de continuidad, los cambios administrativos y una débil articulación entre clubes y selección.

La creación de la Academia Mohammed VI de Fútbol en 2009 fue el punto de inflexión. Impulsada directamente por la visión del monarca y respaldada por la Federación Real Marroquí de Fútbol (FRMF), la academia inauguró un modelo profesional de desarrollo basado en tres ejes:
- Formación integral del jugador, tanto en lo deportivo como en lo académico y social.
- Modernización de la infraestructura, con estándares europeos y cuerpos técnicos capacitados.
- Planificación a largo plazo, con objetivos medibles y coordinación entre categorías juveniles.
Con el tiempo, esta estructura se extendió hacia todo el país. Se establecieron centros regionales, programas de detección temprana y convenios con clubes locales. El fútbol marroquí comenzó a hablar un mismo lenguaje técnico y estratégico.
El reflejo de un país en transformación
El ascenso del fútbol marroquí es, en muchos sentidos, un espejo del propio desarrollo nacional. En los últimos veinte años, Marruecos ha invertido de forma sostenida en educación, cultura, deporte y conectividad, consolidando un modelo de crecimiento equilibrado entre tradición y modernidad.
El deporte, lejos de entenderse como entretenimiento, se convirtió en instrumento de cohesión y proyección internacional. La FRMF asumió un papel estratégico, combinando autonomía técnica con alineación institucional. La gestión, liderada por Fouzi Lekjaa, consolidó una relación fluida entre Estado, clubes y jugadores.
El resultado es visible: Marruecos no improvisa, planifica. La semifinal del Mundial de Catar 2022 fue la primera gran señal; la conquista del Mundial Sub-20 confirma la madurez de un modelo.
Una identidad futbolística en construcción
El equipo Sub-20 encarna una identidad futbolística propia. Su estilo combina rigor táctico europeo, intensidad africana y creatividad marroquí. No es una copia de otros modelos, sino una síntesis.
Esa identidad es también cultural: la selección es un espacio de encuentro entre jóvenes nacidos en Marruecos y otros formados en Europa, unidos por una idea compartida de pertenencia. El fútbol marroquí, en ese sentido, es hoy una expresión de la diversidad del país y de su diáspora, cohesionada en torno a valores de esfuerzo, disciplina y orgullo nacional.
Institución, continuidad y visión
El elemento decisivo ha sido la continuidad. Marruecos ha logrado sostener un proyecto sin ceder a las presiones del corto plazo. Cada paso —desde las selecciones juveniles hasta la absoluta— responde a una estrategia coordinada.
La inversión en infraestructuras deportivas, tecnología de análisis de rendimiento y capacitación de entrenadores locales ha generado un ecosistema competitivo. Las academias regionales reproducen el modelo de Rabat y garantizan que el talento emergente encuentre espacios de crecimiento.
El enfoque es estructural, no coyuntural. No se trata de una generación dorada, sino de un sistema que genera generaciones.
Perspectiva internacional y futuro
El título de la copa del mundo Sub-20 llega en un momento simbólico: Marruecos será coanfitrión del Mundial 2030 junto a España y Portugal. Esta coincidencia otorga a la victoria un valor adicional, pues el país se proyecta como un actor relevante en el fútbol mundial, no solo como competidor, sino como organizador capaz y confiable.
En lo deportivo, el desafío será gestionar la transición entre categorías, consolidar los procesos de formación y mantener el equilibrio entre la ambición y la estabilidad institucional.
En lo simbólico, el reto es mayor: mantener el impulso como una política pública coherente con la visión nacional de desarrollo humano y cultural.
Más allá del marcador
El triunfo en Santiago no es únicamente un éxito deportivo. Es la validación de una forma de pensar el progreso: planificación, trabajo colectivo y confianza en el potencial nacional.
Marruecos ha demostrado que la competitividad no es un privilegio de unos pocos, sino el resultado de una estrategia sostenida, paciente y bien articulada. En esa constancia, más que en los trofeos, reside el verdadero cambio.
Marruecos no solo ganó un Mundial Sub-20. Consolidó la idea de que el deporte puede ser una vía legítima de desarrollo, orgullo y proyección internacional.


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