En los últimos años, Marruecos se ha posicionado como una potencia de estabilidad y visión estratégica dentro del continente africano. Su diplomacia, basada en el respeto, la cooperación y la acción concreta, ha permitido al Reino asumir un papel protagónico en la transformación del África contemporánea.
En ese marco, la Iniciativa Atlántica del Rey Mohammed VI, presentada en noviembre de 2023, constituye una de las propuestas más ambiciosas de la política exterior marroquí reciente. Lejos de ser una simple idea, se trata de una estrategia de integración continental que busca articular las potencialidades económicas, energéticas y humanas del África atlántica para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Contexto: de la Marcha Verde a la integración africana
El anuncio de la Iniciativa Atlántica coincidió con el 48.º aniversario de la Marcha Verde, un símbolo de unidad nacional y soberanía. En esa fecha, el Rey Mohammed VI retomó el espíritu de aquel movimiento histórico, pero proyectándolo hacia una nueva frontera: el océano Atlántico como espacio de desarrollo, cooperación y paz.
La idea no surge de la nada. Desde su regreso a la Unión Africana en 2017, Marruecos ha trabajado activamente para fortalecer los lazos con el resto del continente. El Reino se ha convertido en uno de los principales inversores africanos, y ha establecido acuerdos bilaterales en ámbitos tan diversos como la energía, la agricultura, la educación y la seguridad.
La Iniciativa Atlántica es, por tanto, el resultado lógico de una visión de largo plazo que Mohammed VI ha sostenido durante más de dos décadas: la construcción de un África fuerte desde dentro, capaz de hablar con una sola voz en el escenario internacional.
Objetivos estratégicos: integración, acceso y soberanía
En su esencia, la Iniciativa Atlántica busca romper el aislamiento de los países africanos sin litoral, especialmente los del Sahel —Malí, Níger, Burkina Faso y Chad—, ofreciéndoles acceso directo al Atlántico a través del territorio marroquí.
Esa apertura significaría mucho más que una conexión física: representa un salto geopolítico y económico que permitiría a esas naciones participar plenamente en el comercio global, reducir costos logísticos y diversificar sus alianzas.
Entre los objetivos principales destacan:
- Desarrollo de corredores logísticos regionales que conecten los países del interior con los puertos marroquíes de Tánger Med, Casablanca y Dakhla.
- Impulso a la integración energética africana, con proyectos emblemáticos como el gasoducto Nigeria–Marruecos, que recorrerá más de 7.000 km y beneficiará a 13 países africanos.
- Fomento de la cooperación Sur-Sur mediante la inversión en educación, salud, innovación y transferencia tecnológica.
- Promoción de la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible, respondiendo a las amenazas climáticas y a la desertificación del Sahel.
En conjunto, estos ejes buscan sentar las bases de una economía africana interconectada, donde los recursos naturales y humanos se gestionen desde una lógica de complementariedad, y no de dependencia.
Dakhla: el corazón atlántico del nuevo África
El punto neurálgico de esta estrategia se encuentra en Dakhla, ciudad emblemática del sur de Marruecos que se ha transformado en un verdadero laboratorio de la cooperación africana.
La construcción del Puerto Dakhla Atlantique, una megaobra de ingeniería marítima, convertirá la región en un punto de conexión estratégico entre África Occidental, Europa y América.

Este puerto, junto con el ya consolidado Tánger Med, posiciona a Marruecos como uno de los países con mejor infraestructura portuaria del continente. Pero Dakhla es mucho más que un proyecto económico: es el símbolo político de la apertura africana hacia el Atlántico.
Cada año, la ciudad acoge foros internacionales dedicados al desarrollo sostenible, la juventud africana y la cooperación intercontinental. Estos encuentros refuerzan el papel del Reino como mediador entre África y el mundo, y muestran que la diplomacia marroquí se construye tanto en los discursos como en el terreno.
La dimensión energética: un eje que une a África
Uno de los pilares más concretos de la Iniciativa Atlántica es el gasoducto Nigeria–Marruecos, proyecto de cooperación energética que transformará el mapa energético del continente.
Su recorrido, que atraviesa una docena de países y alcanza más de 7.000 kilómetros, conectará los grandes yacimientos de gas nigeriano con el mercado europeo, pasando por África Occidental y el Atlántico marroquí.
Este proyecto no solo contribuirá a la seguridad energética de África, sino que generará empleo, inversión y desarrollo local. Además, se inscribe en la visión del Rey Mohammed VI de una transición energética equilibrada, basada en energías limpias, hidrógeno verde y desarrollo sostenible.
África y América Latina: dos orillas, una misma visión
En MarruecosAhora hemos seguido de cerca la evolución de las relaciones entre Marruecos y América Latina, regiones que comparten más de lo que a menudo se reconoce.
Ambas orillas del Atlántico han vivido procesos similares: la búsqueda de independencia económica, el impulso de políticas sociales inclusivas y la defensa de su soberanía ante los grandes poderes globales.
La Iniciativa Atlántica ofrece un nuevo marco para fortalecer esos lazos. Desde Brasil hasta México, pasando por Chile, Colombia y República Dominicana, Marruecos ha intensificado su presencia diplomática y comercial, promoviendo el diálogo político y la cooperación técnica.
“Nuestro deseo es que la fachada atlántica se convierta en un espacio de comunión humana, un polo de integración económica y un foco de proyección continental e internacional.”
Una declaración que no solo resume su visión africana, sino que invita a América Latina a formar parte de ese horizonte común, basado en el respeto mutuo y la colaboración intercontinental.
Implicaciones geopolíticas: Marruecos como actor estabilizador
La Iniciativa Atlántica también tiene una lectura geopolítica clara. En un momento en que el Sahel enfrenta tensiones políticas, golpes de Estado y desafíos de seguridad, Marruecos propone una respuesta constructiva basada en el desarrollo.
Frente a la militarización o la intervención externa, el Reino ofrece un modelo alternativo: la cooperación económica como herramienta de estabilidad.
Esta postura le ha valido a Marruecos un creciente reconocimiento internacional. Organismos multilaterales y potencias regionales han expresado su interés en participar en la iniciativa, destacando el papel del Reino como mediador y socio confiable.
De hecho, varios países africanos ya han manifestado su disposición a sumarse a la hoja de ruta propuesta por Rabat, que privilegia el diálogo, la infraestructura y la sostenibilidad sobre las divisiones ideológicas o las alianzas de conveniencia.
Un modelo de diplomacia Sur-Sur
La Iniciativa Atlántica es, en el fondo, una expresión avanzada de la diplomacia Sur-Sur que Marruecos ha promovido durante décadas.
No se trata de una cooperación vertical, donde uno da y otro recibe, sino de una colaboración horizontal basada en la solidaridad, la corresponsabilidad y la confianza mutua.
Este modelo, defendido por el monarca en múltiples foros internacionales, ha permitido al Reino proyectar una imagen de liderazgo responsable, centrado en resultados tangibles y beneficios compartidos.
Marruecos no busca hegemonía, sino crear un entorno de estabilidad y prosperidad colectiva, donde el progreso de un país fortalezca a sus vecinos.
Conclusión: una brújula africana para el siglo XXI
La Iniciativa Atlántica del Rey Mohammed VI representa uno de los proyectos más visionarios de África contemporánea. Es una apuesta por la cooperación frente al conflicto, por la integración frente al aislamiento, y por la acción concreta frente a la dependencia.
Marruecos, con su ubicación geográfica privilegiada y su diplomacia activa, se erige como la puerta atlántica de África: un país que mira hacia el futuro con confianza, proyectando al continente hacia el océano y al mundo.
Desde Casablanca hasta Dakhla, y desde Rabat hasta América Latina, la filosofía marroquí sigue siendo la misma: África debe unirse, avanzar y hablar con su propia voz.
Y en ese camino, la Iniciativa Atlántica no es solo una estrategia política, sino una visión civilizatoria: la de un continente que transforma su historia en oportunidad, y su geografía en puente hacia la prosperidad compartida.


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