En los últimos años, el Reino ha experimentado una transformación profunda en su tejido socioeconómico. Uno de los fenómenos más notables de esta evolución es el papel creciente de la mujer rural en Marruecos, que se consolida como protagonista de la economía social y solidaria.
Según datos recientes de la Oficina de Desarrollo de Cooperativas (ODCO), el país cuenta hoy con 7.891 cooperativas lideradas exclusivamente por mujeres, integrando a más de 267.000 socias, de las cuales el 61 % proviene de zonas rurales. Estas cifras reflejan una dinámica de empoderamiento que combina tradición, innovación y desarrollo sostenible.

El auge de las cooperativas femeninas

Las cooperativas femeninas han dejado de ser una experiencia marginal para convertirse en un pilar de la estrategia nacional de desarrollo territorial. Su expansión responde a la voluntad del Estado de promover una economía más inclusiva y participativa, donde las mujeres del medio rural encuentran oportunidades reales de autonomía económica.

De acuerdo con la ODCO, el número de cooperativas gestionadas por mujeres aumentó en más de un 6 % respecto al año anterior, demostrando que la mujer rural en Marruecos no solo produce, sino que también gestiona, innova y lidera.

Estas cooperativas abarcan sectores diversos:

  • Agroalimentario y transformación de productos locales (aceite de argán, azafrán, miel, higos, plantas aromáticas).
  • Artesanía tradicional, especialmente en regiones del Atlas y el Sur.
  • Turismo rural y ecológico, que ofrece experiencias autóctonas y sostenibles.
  • Energías renovables y economía circular, sectores emergentes donde la mujer marroquí comienza a tener protagonismo.

El cooperativismo como herramienta de desarrollo

El modelo cooperativo, impulsado por la estrategia nacional de la economía social y solidaria, se ha revelado como un instrumento eficaz para fomentar el empleo, reducir desigualdades y reforzar la cohesión territorial.

A diferencia de las empresas tradicionales, las cooperativas se basan en principios de solidaridad, democracia y participación, lo que permite que sus beneficios sean reinvertidos en las comunidades locales.
En este contexto, la mujer rural en Marruecos encuentra un espacio que le permite:

  • Generar ingresos propios y mejorar su bienestar familiar.
  • Acceder a redes de capacitación y apoyo institucional.
  • Participar en la toma de decisiones económicas y comunitarias.

De este modo, el cooperativismo se convierte no solo en un medio de subsistencia, sino en un motor de transformación social.

Factores del éxito femenino en el campo marroquí

El crecimiento sostenido de las cooperativas de mujeres se apoya en varios factores estratégicos:

  1. Apoyo institucional y formación
    Programas del gobierno marroquí y de instituciones internacionales —como la Iniciativa Nacional para el Desarrollo Humano (INDH) o la Agencia de Desarrollo Agrícola— han ofrecido capacitación en gestión, marketing y digitalización. Esto ha permitido que miles de mujeres rurales adquieran nuevas competencias empresariales.
  2. Diversificación de actividades
    Si bien la agricultura sigue siendo el sector predominante, cada vez más cooperativas femeninas incursionan en actividades de alto valor añadido, como la transformación agroalimentaria, el turismo experiencial o los productos ecológicos certificados.
  3. Acceso a nuevos mercados
    Gracias al impulso del e-commerce y de ferias nacionales e internacionales, los productos de las cooperativas marroquíes llegan hoy a mercados de Europa, Asia y América del Norte. Esta internacionalización fortalece la reputación de Marruecos como referente en desarrollo rural sostenible.
  4. Resiliencia frente a crisis
    Durante y después de la pandemia, muchas cooperativas demostraron una notable capacidad de adaptación: reorganizaron sus cadenas de producción, digitalizaron sus ventas y reforzaron sus vínculos comunitarios. Esto consolidó su rol como estructuras estables frente a la volatilidad económica.

Desafíos persistentes

A pesar de los avances, las mujeres rurales enfrentan aún una serie de obstáculos que limitan el pleno desarrollo de su potencial:

  • Falta de acceso al crédito y financiamiento estructural, que dificulta la ampliación de sus proyectos.
  • Déficit de infraestructura en zonas rurales, especialmente en transporte y conectividad digital.
  • Persistencia de barreras socioculturales, como los estereotipos de género o las restricciones de movilidad.
  • Necesidad de fortalecimiento institucional, para garantizar la sostenibilidad y la transparencia en la gestión de cooperativas.

El reto consiste ahora en transformar el impulso inicial en una política estructural, capaz de garantizar que las cooperativas femeninas se consoliden como actores permanentes del desarrollo nacional.

Impacto social y económico

Más allá de los indicadores económicos, el impacto del movimiento cooperativo femenino es profundo en la vida cotidiana de las comunidades rurales. Las mujeres han logrado:

  • Aumentar sus ingresos familiares.
  • Acceder a servicios de educación y salud.
  • Participar activamente en la vida pública y comunitaria.

Además, la mujer rural en Marruecos está redefiniendo el concepto de liderazgo en el campo: su gestión colaborativa, su compromiso con la sostenibilidad y su conexión con la identidad local la convierten en un modelo de desarrollo inclusivo y humano.

Un modelo de transformación sostenible

El auge de las cooperativas femeninas ofrece una nueva lectura del desarrollo en Marruecos: un crecimiento que no se mide solo en cifras macroeconómicas, sino también en la dignificación del trabajo comunitario y en la valorización del papel de la mujer en los territorios rurales.

Estas experiencias colectivas funcionan como laboratorios de innovación social, donde se combina la tradición con la modernidad, la economía con la solidaridad y lo local con lo global.

El modelo marroquí ha despertado interés en diversos organismos y foros internacionales, que lo reconocen como una referencia en desarrollo inclusivo y una posible fuente de inspiración para otras regiones del norte de África y el Sahel, enfrentadas a desafíos similares en materia de género y sostenibilidad.

Conclusión

La experiencia de la mujer rural en Marruecos demuestra que el desarrollo económico puede construirse desde lo comunitario, desde la raíz cultural y desde la cooperación.
El país ha logrado transformar miles de iniciativas locales en una red nacional de innovación social que combina identidad, equidad y productividad.

Si el desafío futuro es consolidar este movimiento, el presente ya es testimonio de un cambio estructural: la mujer rural no es solo beneficiaria del desarrollo, es su protagonista.


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